REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Decadencia de la artesanía

Hasta bien entrado el siglo XVIII  las comunidades humanas fueron cubriendo sus crecientes necesidades materiales tales como la indumentaria, los útiles de guerra, de trabajo, de transporte, de uso doméstico, de adorno, etc. mediante el desarrollo de técnicas y prácticas en las que la habilidad y destreza de las manos del hombre constituían un elemento determinante.

Alfareria
El trabajo manual o la utilización de artilugios e “ingenios” accionados, en su mayor parte, mediante energía humana (telar, prensa, etc.) caracterizaron, hasta bien entrado el siglo XIX, los procesos productivos empleados por las comunidades humanas para la satisfacción de sus necesidades.

Sin embargo, en los primeros años del siglo XVIII se logra un descubrimiento técnico trascendental que se convertirá en el símbolo de la decadencia de la artesanía, dada la profunda transformación que provocará en los sistemas tradicionales de producción: se trata del empleo de la fuerza de vapor como fuente de energía mecánica susceptible de mover máquinas. No obstante, habrá que esperar todavía casi un siglo para que se manifiesten, en toda su plenitud. Sus aplicaciones prácticas en el campo de la industria.

El impresionante desarrollo de las ciencias aplicadas en los siglos XVIII y XIX supuso, como es lógico, un golpe mortal para la artesanía, que se vio así incapaz de competir con una industria cada vez más alejada de los procesos manuales de producción al introducir en las manufacturas un número creciente de máquinas movidas a vapor. La industria adoptaba una división racional del trabajo; empleaba nuevos materiales (metálicos, químicos, etc.) inaccesibles al trabajo artesano; lanzaba al mercado producciones en grandes series que abarataban sus costos y precios; alcanzaba dimensiones empresariales gigantescas… Era  una industria, en fin, que iría socavando las bases socioeconómicas, jurídicas e ideológicas del Antiguo Régimen, el antiguo orden, en el que las actividades Y los gremios artesanos habían vivido su máximo esplendor.

Telar
Telar

En efecto, el desarrollo de la actividad industrial -que no es otra cosa que el desarrollo capitalista- necesitaba, como bien proclamaba el pensamiento económico liberal, romper con todos aquellos obstáculos jurídicos y políticos que limitaban el ejercicio de la <<libre empresa>> del «libre mercado» (libertad de creación de empresas, libertad de circulación de mercancías, libertad de precios y salarios, libertad de innovación tecnológica…).

Una de las primeras consecuencias de este proceso fue la prohibición general en Europa de los gremios artesanos como asociaciones profesionales de carácter obligatorio y exclusivo.

En el caso de España, en 1813 las Cortes de Cádiz, en línea con su proyecto de liquidar el Antiguo Régimen, promulgaron de forma legal, por primera vez, la prohibición de los gremios, que, sin embargo, no se hará realidad hasta 1835 tras la muerte de Fernando VII. Las naciones americanas adoptaron, simultáneamente a la obtención de su independencia, medidas de igual signo.

Pero, si trascendentales fueron para la decadencia de la artesanía los cambios económicos y tecnológicos operados durante estos siglos en la industria y en la sociedad, no lo fue menos la revolución de ideas que acompañó todo este proceso. Las grandes posibilidades que ofrecía la máquina para liberar al hombre de esfuerzos agotadores o para multiplicar el rendimiento de su trabajo fueron motivo más que suficiente para que ya los grandes pensadores <<ilustrados>> del siglo XVIII incorporasen a sus doctrinas filosóficas y morales una confianza plena en la máquina y en el progreso técnico como panacea de ese porvenir de libertad e igualdad que se proclamaba, ingenuamente, como etapa final de la nueva era abierta por el maquinismo.

Fabrica de Calzado
El progresivo perfeccionamiento de los procesos mecánicos de producción, la creciente división del trabajo en la empresa industrial, el volumen de la producción en masa, etc., hicieron depositar-¿equivocadamente?-una confianza ciega en el progreso técnico como medio para liberar al hombre del esfuerzo agotador de trabajo.

Estos predicamentos, convertidos durante mucho tiempo en mística de las sociedades industriales, se transformaron, en la práctica social, en el menosprecio del trabajo manual y, por ende, de la artesanía. El sistema educativo, por otra parte, no pudo por menos que adaptarse en estas circunstancias a la nueva valoración social, privilegiando las enseñanzas y disciplinas intelectuales en detrimento de las actividades manuales y creativas, lo que reforzó, sin duda alguna, la desvalorización objetiva de la sociedad hacia el trabajo artesano.

En cuanto al ámbito español, el ya mencionado fracaso industrializador  consiguió retrasar en el tiempo la agónica decadencia de los oficios artesanos, lo que explicaría el hecho de que hoy nos  encontremos aún con una rica y variada panorámica de este tipo de actividades.

Campomanes
Campomanes (1723-1803) defendía que la riqueza del país se sustentaba en el trabajo y en la población, pero nunca en el dinero, a la vez que propugnaba una industria libre de trabas oficiales.

Los “ilustrados”, españoles y la artesanía

Los “ilustrados» españoles del siglo XVIII -coherentes con sus programas de reformas y recuperación económica- se enfrentaron con todas sus fuerzas a la actitud social dominante hasta entonces en España de considerar el trabajo manual como una “deshonra legal” reclamando, por el contrario, el apoyo del Rey y del Estado al trabajo directamente productivo, y entre ellos al artesano. A su vez, abogaron por la prohibición de los gremios artesanales: “Nada es más contrario a la industria popular que la erección de gremios y fueros privilegiados, dividiendo en unas sociedades pequeñas al pueblo, y eximiéndolas de la justicia ordinaria en muchos casos. Si este método se repite demasiado, son de temer consecuencias desagradables contra la extensión y bondad de las manufacturas” dirá Campomanes en su Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento.

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